A la búsqueda del "palo dulce"
El "palo dulce" o Glycyrrhiza glabra, todo un símbolo de la infancia. Desde que empezábamos a salir con los amigos del colegio a hacer "trastadas" (en el buen sentido de la palabra, vamos, a inventar cosas) por el pueblo y alrededores, con poco menos de 6 ó 7 años, era toda una aventura ir a coger este preciado producto de la tierra "ajena". Sí sí, ajena porque teníamos que ir a buscarlo por los ribazos y bancales de los "amables" agricultores de Galera. Menuda montábamos a los pobres y pacientes dueños de las tierras en las que se criaba, de forma natural, esta dulce y preciada raíz.
La aventura se iniciaba un día de esos de aburrimiento cuando tú amigo de la infancia te decía: "¿Vamos a coger palo dulce?", por no ir a enrabietar al perro de uno de los vecinos o a quitarle higos a la higuera de otro. Y no elegías el día más soleado, no, eso no era de valientes...ibas el peor de todos, el del clímax de frío polar de esa oleada que hacía años no se daba.
Una vez decidido lo que íbamos a hacer (coger "palo dulce"), debíamos elegir al inocente (por no decir el pobre señor al que le íbamos a agujerear los ribazos de las acequias). En esto de la elección había que tener cierto don: escoger dónde había la mejor de estas raíces no era tan fácil. Yo me dejaba llevar por la veteranía de mis compañeros.
Ya teníamos víctima. Ahora había que ver si estaba en casa (en el cortijo) y, de ser así, si había salido a dar de comer a las ovejas. Sigilosamente y como auténticos saqueadores nos íbamos acercando a la zona en la que ¡creías! que encontraríamos lo que buscábamos. Y digo "creías" porque no siempre era llegar y besar el santo...¡no, tenías que tener suerte y dar con las raíces buenas, las grandes y gordas, más o menos en la zona en la que escavábamos! Unas veces era en el primer agujero, otras en el décimo después de más de media hora escavando (y recuerdo: con un tiempo de perros). ¡De qué alegría y júbilo te llenabas cuando ese día todos los astros se alineaban para ofrecerte su suerte en la tuya tu búsqueda...y antes que al resto de tus amigos! ¡Eras el primero en encontrar el "palo dulce"!!...Encontrar una raíz era significado de abundancia: iba a haber más...y tus amigos ¡sin seguir encontrando! Ja ja ja ja, veías el símbolo del dólar en tus ojos mientras empezabas a escarbar y arrancarla, a tirar, y tirar...y tirar.."¡menudo tronco acabo de encontrar! Esto vale su peso en oro".
Dos horas después, 100 hoyos distribuidos en menos de 10 metros cuadrados, 28 kilos de arena derramada sobre la acequia o bancal de aquel generoso señor que nos permitió acceder a sus territorios, y las uñas negras de escavar con las manos (porque eso no lo había dicho, ibas a la aventura, sin escavillo ni herramienta para facilitar las labores de extracción)...te ibas satisfecho de haber realizado una labor digna: 3 kilos de "palo dulce" a granel, que deberías trocear para luego vender. Al final, tus amigos también habían tenido éxito, más tarde, pero bueno, todos nos íbamos contentos.
A otro día , cuando llegabas al colegio con el trozo más grande y hermoso que habías conseguido en la boca, masticándolo, saboreándolo (como cuan pescador luciendo su mejor trofeo cuando vuelve a casa), todos se te quedaban mirando y admirando tan maravilloso manjar dulce que, eso sí, ¡ibas a vender! Sí señor, vender, esa era el objetivo principal después de tantas penurias, calamidades y esfuerzos para recolectar esta raíz. Surgía ahora una palabra de la que desconocíamos su significado, pero que interiorizaríamos a partir de ese momento, con el resto de niños revoloteando alrededor: COMPETENCIA.
Queríamos venderlo, ya no por el dinero, sino por ver quién vendía más, y cuál era el mejor. Eso era una competición: el "palo dulce" más gordo, el más sabroso, el más largo, el de mejor color. El mejor producto se llevaba la mejor cuota de mercado. Podías pedir el oro y el moro, y conforme bajaba su calidad, pues tenías que ponerlo más barato: las leyes del mercado eran "impepinables". ¡Qué sensación cuando alguien te pedía si tenías para vender! ¡Qué gustazo! Pensabas: "Por lo menos ha servido la pena después de correr cuando aquel viejo nos gritaba que nos iba a disparar con la escopeta de sal, no antes de habernos dejado las manos y los dedos escarbando en la tierra para sacarlo".
Al final, vendieras o no, te lo ibas a comer tú...y tu hermano, así que ya empezabas a pensar en la próxima víctima, eso sí...hasta que no volviera el peor día de frío, viento y agua no volveríamos a nuestras andadas.
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jose antonio (martes, 17 mayo 2011 14:49)
jajaja buenos recuerdos me traes amigo,, un relato que hace ver aquellas pequeñas cosas con las cueles eramos felices.
webmaster (miércoles, 18 mayo 2011 22:35)
y muchas más que llegarán...déjame exprimirme un poco el coco...que aventuras en Galera no faltan!
Ana Isabel (lunes, 02 abril 2012 10:14)
Miguel, como aquí no está el botoncito te lo escribo yo: " ME GUSTA" yo no iba a cogerlo, me lo solía traer mi abuelo pero es que los galerotes os negabais a ir a coger con gente de Huéscar, que una cosa era competencia del pueblo y otra internacionalizar el negocio...Que tiempos!!
webmaster (lunes, 02 abril 2012 23:01)
Gracias!!! ¿Cómo que no está?! Lo tienes arriba. Pero también me vale, ME GUSTA QUE TE GUSTE. Y que sepas que los de Huéscar no se venían porque eran muy señoritos, jeje. ;-) Además, aún éramos demasiado pequeños para conocer más allá de la carretera de salida del pueblo! jajajajaja. Como máximo lleguábamos a la fuente del Huevo y vuelta en bici (qué época). No te desconectes que en cuanto tenga un ratito más, subiré mas historietas, cada una con pelos y señales.
Clint Kelley (jueves, 19 julio 2012 00:40)
I have a friend here in Alabama that is looking for some of this plant. He tells me that it will help with the pain that he is having. So if there is any one out there who could send me some of the stalks from this plant i would be grateful. would say that i would pay you to send them to me for him but really i can't afford to. thanks
sumitonironmetal@yahoo.com is my email